domingo, junio 30, 2013

Laberinto

La vida es como una montaña  rusa, unas veces estás arriba, comiéndote el mundo, haciendo mil cosas a la vez, y al día siguiente estás derrumbada, agobiada, harta y deprimida de ver que siempre pasan las mismas curvas. Esos días, deja de ser una montaña rusa para convertirse en un laberinto. A veces esos días se vuelven años, y, aunque, por un momento, salgas de tu laberinto para montar en una mini montaña rusa, enseguida te despiertas dentro del laberinto otra vez.
La gente cree que los enfermos, cuando se enteran de que lo están, cambian su vida por completo. Creo que suponen que se ve una luz, o se vive algún tipo de experiencia mística que te hace pensar que estabas desperdiciando tu vida, que tienes que vivirla a tope porque cualquier día puede ser el último, y que no hay que preocuparse por tonterías, porque lo que le pasa a un enfermo es mucho más grave.

Bueno, pues yo me he debido saltar algunos pasos, algunas vivencias, porque sigo igual. "No vivas para trabajar, eso hará que sólo vivas las noches y los fines de semana", sí, con suerte, o sin suerte vivirás los domingos, pero de algo hay que vivir. Me parece genial que los enfermos afronten la vida con optimismo, soy la primera que me río de mi sombra si hace falta, y de lo que me pasa, para sentirme mejor y creer, por un segundo que es un chiste mal contado, pero lo cierto es que sigo teniendo los mismos problemas y las mismas incertidumbres, si no más. Sigo igual que hace diez años...y eso no me gusta. "Si algo no te gusta, cámbialo", qué fácil, ¿qué ha cambiado en su vida el que pronuncia esa frase? te lo digo yo, sólo ha cambiado su manera de ver el mundo.
La vida no se vuelve un anuncio de compresas cuando te diagnostican una enfermedad crónica. La vida se vuelve una mierda aún más grande de lo que era antes. Y aunque te esfuerces por salir de ese pensamiento, cuando acabas el día contigo misma, sabes que sigue siendo lo que es, una putada.